Primero que nada, puedo decir que obviamente no es una virtud; algunos la califican como un pecado, etc. Mas para mí, una persona envidiosa es un ser odioso.
Dicen que “la envidia de una mujer, hace más fuerte a la otra”; pues bien, no estoy totalmente de acuerdo con ello, aunque tiene cosas ciertas. La envidia no es sana, y eso todo el mundo lo sabe, más aún cuando llega a ser tal que se transforma en destructiva.
Por lo general se da en gente que sabe que no puede llegar muy lejos o que le da rabia ver a otra persona surgir; por esa razón, atentan contra tu integridad sicológica haciéndote sentir inferior, poniéndote a su altura, haciendo que caigas para que siempre te quedes estancado. Es eso lo que ellos pretenden. Quisieran tener lo que tú tienes, pero saben que es imposible o muy poco probable que suceda, y es ahí donde comienza a manifestarse la envidia dentro de ellos.
Pero suena muy despectivo llamarles “inferiores”, más aún sabiendo que nacimos con las mismas cualidades y en las mismas condiciones. Entonces, ¿a qué viene la envidia? Si todos tenemos las mismas oportunidades, entonces, ¿Por qué tienen que existir los envidiosos? ¿Será, acaso, parte de la naturaleza humana querer tenerlo todo? Esto quizá me lo respondí a mí misma en el ensayo anterior de Ambición, pero a veces noto una pequeña semejanza. No estoy diciendo que sean iguales y estén relacionadas, pero el hecho de querer más de lo que se te ha dado sería algo en común entre los dos términos. En fin, no voy a mezclar los dos ensayos, y me concentraré en lo que es la envidia. En sí, es querer lo que el otro posee, pero si no se logra, destruir a la persona o haciéndole creer o ver, quizá, que es una persona penosa que no sirve para nada y que, poco menos, a este mundo sólo llegó a causar malestar a los que le rodean. Éstas serían las armas más poderosas de este tipo de personas; jugar con la mente del afectado o poner al entorno en su contra, ya que ellos solos no pueden. Necesitan sentirse seguros, necesitan sentirse apoyados en este cometido, porque simplemente no les alcanza para hacerlo solos. Ellos quieren ver a la otra persona humillada, rechazada y sólo en ese momento alcanzan su felicidad.
Pero debe hacérseles monótono todo esto… ¿o no? ¿Es tanta su maldad que pueden ser capaces de llegar aún más lejos? No lo sé, pero hay gente que no se cansa. Quieren que todos estén pendientes de ellos y cuando llega alguien que acapara más la atención que ellos, pues bien, esa definitivamente es la víctima. Entonces, ser bonita, inteligente, simpático, atractivo, etc. ¿está mal? ¿es malo sobresalir? ¿es malo llamar la atención por cosas positivas? ¿está mal tener algo que los demás no? A esta última interrogante muchas veces la asocio con la vanidad.
Simplemente, las personas que son envidiadas por otros, son personas que supieron sobresalir aprovechando al máximo sus capacidades y lo que Dios les dio. El resto, los envidiosos, son unos resentidos que no saben qué hacer con sus vidas; también se da el caso en que, alguien que estuvo muy, muy arriba, por azares de las vida cayó a un punto en que él mismo se considera mediocre, el último lugar en el que pensaría estar. Pero bien, así termina, y luego, a la gente que sube, que llega más alto, trata de hundirlos, de hacerles la vida imposible, porque le da rabia ver que alguien está más arriba que él, eso le pesa y lo come por dentro.
Pero así es en la realidad, y se da en todos los estratos socioeconómicos. La envidia no distingue clase, raza, religión, etc. A cualquier lugar donde uno vaya, siempre se va a encontrar gente envidiosa, que muchas veces inventa cosas para poner al resto en tu contra, miente. Pero, dependiendo de cómo se tome, la persona envidiada puede sentirse mal o también puede sentirse demasiado importante y valioso, como para que otros sientan cierto deseo de tener lo que él posee. Y esa sería la segunda parte del dicho que anoté al principio y que le encuentro mucha razón. No puedo decir que me admiran positivamente si me envidian, pero al menos reconocen que soy bueno/a en algo y eso, ya es importante. Y aunque traten de hacerme flaquear, es obvio que no lo conseguirán si ya han fortalecido la confianza en mí.
Dicen que “la envidia de una mujer, hace más fuerte a la otra”; pues bien, no estoy totalmente de acuerdo con ello, aunque tiene cosas ciertas. La envidia no es sana, y eso todo el mundo lo sabe, más aún cuando llega a ser tal que se transforma en destructiva.
Por lo general se da en gente que sabe que no puede llegar muy lejos o que le da rabia ver a otra persona surgir; por esa razón, atentan contra tu integridad sicológica haciéndote sentir inferior, poniéndote a su altura, haciendo que caigas para que siempre te quedes estancado. Es eso lo que ellos pretenden. Quisieran tener lo que tú tienes, pero saben que es imposible o muy poco probable que suceda, y es ahí donde comienza a manifestarse la envidia dentro de ellos.
Pero suena muy despectivo llamarles “inferiores”, más aún sabiendo que nacimos con las mismas cualidades y en las mismas condiciones. Entonces, ¿a qué viene la envidia? Si todos tenemos las mismas oportunidades, entonces, ¿Por qué tienen que existir los envidiosos? ¿Será, acaso, parte de la naturaleza humana querer tenerlo todo? Esto quizá me lo respondí a mí misma en el ensayo anterior de Ambición, pero a veces noto una pequeña semejanza. No estoy diciendo que sean iguales y estén relacionadas, pero el hecho de querer más de lo que se te ha dado sería algo en común entre los dos términos. En fin, no voy a mezclar los dos ensayos, y me concentraré en lo que es la envidia. En sí, es querer lo que el otro posee, pero si no se logra, destruir a la persona o haciéndole creer o ver, quizá, que es una persona penosa que no sirve para nada y que, poco menos, a este mundo sólo llegó a causar malestar a los que le rodean. Éstas serían las armas más poderosas de este tipo de personas; jugar con la mente del afectado o poner al entorno en su contra, ya que ellos solos no pueden. Necesitan sentirse seguros, necesitan sentirse apoyados en este cometido, porque simplemente no les alcanza para hacerlo solos. Ellos quieren ver a la otra persona humillada, rechazada y sólo en ese momento alcanzan su felicidad.
Pero debe hacérseles monótono todo esto… ¿o no? ¿Es tanta su maldad que pueden ser capaces de llegar aún más lejos? No lo sé, pero hay gente que no se cansa. Quieren que todos estén pendientes de ellos y cuando llega alguien que acapara más la atención que ellos, pues bien, esa definitivamente es la víctima. Entonces, ser bonita, inteligente, simpático, atractivo, etc. ¿está mal? ¿es malo sobresalir? ¿es malo llamar la atención por cosas positivas? ¿está mal tener algo que los demás no? A esta última interrogante muchas veces la asocio con la vanidad.
Simplemente, las personas que son envidiadas por otros, son personas que supieron sobresalir aprovechando al máximo sus capacidades y lo que Dios les dio. El resto, los envidiosos, son unos resentidos que no saben qué hacer con sus vidas; también se da el caso en que, alguien que estuvo muy, muy arriba, por azares de las vida cayó a un punto en que él mismo se considera mediocre, el último lugar en el que pensaría estar. Pero bien, así termina, y luego, a la gente que sube, que llega más alto, trata de hundirlos, de hacerles la vida imposible, porque le da rabia ver que alguien está más arriba que él, eso le pesa y lo come por dentro.
Pero así es en la realidad, y se da en todos los estratos socioeconómicos. La envidia no distingue clase, raza, religión, etc. A cualquier lugar donde uno vaya, siempre se va a encontrar gente envidiosa, que muchas veces inventa cosas para poner al resto en tu contra, miente. Pero, dependiendo de cómo se tome, la persona envidiada puede sentirse mal o también puede sentirse demasiado importante y valioso, como para que otros sientan cierto deseo de tener lo que él posee. Y esa sería la segunda parte del dicho que anoté al principio y que le encuentro mucha razón. No puedo decir que me admiran positivamente si me envidian, pero al menos reconocen que soy bueno/a en algo y eso, ya es importante. Y aunque traten de hacerme flaquear, es obvio que no lo conseguirán si ya han fortalecido la confianza en mí.