Ya había ido con anterioridad al Hogar junto al grupo de Interact Osorno Cordillera... pero no es lo mismo. Con el grupo sólo íbamos a hacer una pequeña visita y a cooperar con algunas cosas que hicieran falta... pero nunca fue un trato más cercano.
La verdad es que ha sido una linda experiencia. Me levanté temprano. Estaba cansada porque me dormí muy tarde... al llegar me encontré con otras compañeras que iban a lo mismo que yo.
Al entrar, me sentí incómoda... no, no fue eso. Me sentía ajena... como pollito en corral ajeno xD. Empecé ayudando en cosas pequeñas, como poner la mesa para que los abuelitos almuercen. Así se puede decir, uno entra en confianza... luego, ver a los abuelitos viendo la tele, con una mirada vacía sin entender lo que decía el Padre que hablaba en un canal católico... parecían tener su mente en otra cosa. Quizá en recuerdos... de tiempos mejores, donde podían valerse por sí mismos. Eso, fue algo que despertó un profundo sentimiento en mí, que antes ya había sentido, pero creí olvidado: el miedo a la vejez. El miedo a sentirme inútil... a ya no poder ni siquiera hacer algo tan básico como ir al baño por mi cuenta... Y aunque algunos de esos abuelitos no hablaban o no se les entendía muy claramente, su mirada me transmitía muchas cosas... entre ellas que estarían mejor con sus seres queridos que en ese lugar. Que aunque les brinden todo lo que puedan necesitar, les hace falta algo muy importante: el cariño. Una abuelita, cuando nos ibamos dijo: "El cariño no se compra... Yo no tengo a nadie". Me dio mucha tristeza... traté de no llorar (haciéndome la fuerte xD) pero conservé el nudo en la garganta hasta que llegué a mi casa.
La verdad, tocó mi sensibilidad cuando estuvecon los abuelos enfermos... el querer ayudarlos a que se sientan mejor. Si hubiera podido hacer, que se yo, algo para devolverles siquiera el habla me habría vastado. Pero era imposible saber lo que querían...
Me llamaron la atención dos abuelitas que cuando quise ayudarlas a ir a la capilla, me respondieron con un "Gracias! Estoy bien!". Lo percibí como un "No te preocupes, aún puedo hacer algo". Habían otros abuelitos que estaban más entregados... era como, "Hagan lo que quieran... ya no puedo hacer nada por mí". Y ellos eran los que tenían la mirada más triste quizá. Al menos fue esa mi impresión...
Luego, trabajar con los abuelitos que estaban más sanitos... fue un tanto similar. Es porque ellos aún modulan bien, pueden comer por sí solos... pero aún así, se preguntan "¿qué hago yo aquí?". Algunos comentaban que se aburrían estando allí... pero que agradecían al menos que se les permitiera salir... (a los abuelitos enfermos no se les deja).
Bueno, mi primera impresión sobre esto es que... ayudar de verdad te hace bien. No me pareció algo extenuante... No! Al contrario. Aunque suene cursi salí más felíz de ese lugar en comparación a como entré. Me sentí bien al haber ayudado y haber compartido con gente ajena a "mi mundo". Porque convivo con gente que no tiene ninguna dificultad para hacer sus cosas... ni tiene esa mirada de nostalgia.
Esto me hizo pensar un poco en mi futura vejez. ¿Cómo voy a sobrellevar todo eso? Qué difícil se ve. Porque pasar de ser alguien que trabaja, que gana su sueldo, que contribuye al país... a una persona que apenas se mueve... y que necesita a veces de una maquina para ir al baño... es, ir en decadencia. No quiero llegar hasta tal punto. Me da miedo verme así. Y peor aún, que mis propios hijos me priven de su cariño cuando más lo necesito: para alegrar mis últimos días.
Bueno, para finalizar... hoy me siento satisfecha con lo que hice. Sé que la próxima vez podré hacerlo aún mejor. Pero también aprendí que no sólo existe la ayuda monetaria, material... se puede colaborar de diferentes formas... hasta un poco de cariño sirve... lo importante es que cuando se brinde ayuda, se haga de forma desinteresada... sin esperar recompensa...
Bueno, la recompenza puede llegar... en forma espiritual... o en mi parte valórica.