jueves, 13 de noviembre de 2008

Eutanasia y Autonomía


Hablar de la eutanasia es algo que nadie hace de forma voluntaria, pues el solo pensar en tomar decisiones de esta naturaleza incomoda o pone en aprietos éticos y morales a cualquiera. Sin embargo, hay momentos en que conviene tomarse un tiempo para reflexionar sobre algo así. Me tome la libertad de analizar este tema basándome en el principio de autonomía presente en la bioética.

Alguna vez escuche "el hombre nace libre, pero la sociedad lo encadena" y creo que en cierta forma es así.

La sociedad ideal, vela mediante el uso de leyes por la seguridad de quienes la componen ; en la realidad actual, además de protegernos limitan nuestro accionar sin pensar en que es lo que la persona necesita, a veces debemos hacer lo que los demás necesitan que hagamos, no lo que debemos y su bienestar depende de ello.

Por otra parte, también debemos reconocer que no somos perfectos y somos nosotros quienes hacemos las normas que rigen esta sociedad, por ello es complicado pensar en el efecto que estas tendrán en la gente.

La autonomía es un derecho que aunque tal vez no este escrito en un papel, todos poseemos desde que tomamos conciencia de quienes somos. En el caso de la eutanasia, el término de una vida se hace en respuesta a la petición del paciente, enfermo, sin posibilidad de mejoría, pero que el procedimiento le otorga una muerte sin dolor, sin sufrimiento.

Actualmente, este procedimiento lo debe llevar a cabo un médico con el consentimiento del enfermo. Existen dos tipos de eutanasia: la pasiva, en donde se omite o se suspenden los instrumentos de apoyo de vida o los medicamentos, es decir, la muerte natural; y la activa que es la muerte ocasionada para ponerle fin al sufrimiento de una persona.

La primero creo que ocasiona menos problemas morales debido a que no se ejecuta una acción para terminar la vida; en cambio en la segunda hay una acción de por medio que incluso puede ser difícil para el propio médico acabar con la vida de una persona, aún cuando sea a pedido de ella.

Siento que antes de llegar a instancias como esta, se debe hablar con nuestros cercanos sobre temas como este, para tener al menos una noción de que rumbo tomar en caso de que ocurra algo con nuestra salud.

Pienso que en instantes así tenemos que ser realistas y sinceros con nosotros mismos. Si una persona no es capaz de respirar por si sola o tan siquiera hacer latir su corazón de manera autónoma, no se puede tomar aquello como una verdadera vida. En la antigüedad no teníamos maquinas tan modernas como ahora y la gente simplemente moría. ¿Por qué tendríamos que prolongar algo que termino en el mismo instante en el que la persona entro en dicha situación? La estamos amarrando a este mundo, siendo muy posible que su viaje por esta vida ya haya concluido y merezca un descanso justo. Es casi como si nos aferrarnos a su cadáver. Eso es egoísmo. El no templar nuestro espíritu y pensar en que la persona mejorara luego de años y años de estar en la misma situación, es parte de una ceguera que hará aun más dolorosa su partida y retardara su descanso. El tomar conciencia sobre que algunas personas podrían necesitar el cuidado y el espacio que ocupa nuestro enfermo, nos hace un poco más humanos y es parte del proceso mediante el cual iremos teniendo empatía con el resto y por ende comenzaremos también a ponernos en el lugar de nuestro ser querido que yace en una cama. Por ese cariño que se le tiene, se debe dejar partir teniendo en el alma la tranquilidad de que se hizo lo que con amor creímos mejor para su bienestar.

Es una difícil decisión, pero pensar que puede ahorrarle un sufrimiento intolerable a alguien cercano, hace que, en lo personal, apoye esta medida. Lo último que se puede hacer en esta situación es respetar la decisión del enfermo y aceptarla resignadamente.

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